Yo seseo, sí, y me encanta

Una serpiente con la lengua fueraUna serpiente seseando

Aún hoy recuerdo aquel día de feria de mediados de los noventa en el que el primo de Soria de un amigo mío visitó Fernán Núñez. Lo recuerdo porque se me quedó muy grabado el hecho de que él hablase bien, o al menos eso fue lo que me dijeron. No nos confundamos, no me lo dijo él, ni su madre o su padre; era un hecho que se respiraba en el pensamiento local. Él hablaba, ¿cómo se dice?, fino. Por contraposición supuse con mi corta edad que nosotros, los fernannuñenses y por extensión los andaluces, hablábamos mal. Inferí que su forma de hablar era preferible, superior y deseable.

Me hicieron falta algunos años para darme cuenta de que todas aquellas suposiciones carecían del más mínimo sentido, por eso hoy quiero compartir contigo mi camino, para que a ti no te pase lo mismo.

Aunque no es mi objetivo, permíteme que te explique muy por encima por qué seseo. En el siglo XV nuestro idioma tenía cuatro sibilantes (se llama así a las consonantes que tienen un sonido similar al de un silbido). Con el paso del tiempo, en gran parte de España de estas cuatro sibilantes solo quedaron dos (es el caso de los que distinguen entre s y z) y en el resto del país solo sobrevivió una: en unos lugares solo lo hizo el sonido z y en otros el sonido s. Yo nací en una de estas últimas zonas, por eso seseo, porque aprendí a hablar escuchando a mi entorno y en mi entorno seseaban. Fácil, ¿verdad?

Las lenguas están vivas y son simplificadas constantemente por sus hablantes, nosotros solo hemos simplificado un poquito más nuestra lengua así que se podría decir que les llevamos siglos de ventaja. Entiéndeme la broma: mi punto de vista no invita a la confrontación, sino a la eliminación de complejos absurdos.

El hecho es que a pesar de que una amplísima mayoría de los hispanohablantes seseamos (me refiero a todos los países donde se habla español, no solo a España) hoy sigue siendo percibida por la población como una característica no deseada. Solo necesitamos poner un ratito la tele para constatarlo, no se salva ni Canal Sur. Nos transmiten una y otra vez el mismo mensaje: tú hablas mal, si quieres llegar a ser alguien, más te vale aprender a hablar en condiciones, porque como puedes ver en la televisión todos los que triunfan hablan bien.

Por eso luego va Melody a un programa de Cuatro y le preguntan: “¿Cómo es que siendo de Dos Hermanas hablas tan fino? ¿Has estudiado?”, y ella responde que sí, que por supuesto que ha estudiado y que ha viajado mucho. ¡Olé! No la culpo a ella, todos somos responsables de haber interiorizado ese pensamiento. Si buscas el vídeo (Google es tu amigo) escucharás las risas del público ante la pregunta. En una sociedad carente de estos prejuicios no escucharíamos risas, sino un murmullo de sorpresa y rechazo por lo desacertado de la pregunta. Siento curiosidad por ver qué pasaría si le preguntasen a Eto’o: “¿Cómo es que siendo de Camerún sabes jugar tan bien al fútbol y no te desplazas de rama en rama?”. Sería de trompeta y nariz colorada que Eto’o respondiese que sabe andar porque ha estudiado y ha viajado. Sé que el ejemplo parece absurdo (por suerte) pero si abrimos los ojos no dista demasiado de lo que le ocurrió a Melody en Cuatro.

Bueno, te cuento mi historia. Con dieciocho años me fui a Irlanda con una beca para aprender inglés. Allí compartí un mes con un grupo de cuarenta y cinco personas de toda la geografía española. Aprendí inglés, no creas que no, pero también volví diferenciando entre ese y zeta. Y no es que yo aprenda muy rápido (que también :P) sino que percibí esa forma de hablar como una forma más culta y por la tanto la copié inconscientemente. Días después comencé a estudiar ingeniería en informática en Córdoba y por algún tiempo más (lo que me duró la tontería) continué haciéndolo. Fue curioso además enfrentarme en Córdoba a que compañeros de clase me preguntasen si las calles de mi pueblo estaban asfaltadas (de broma, sí, pero lo preguntaban), pero esa es otra historia.

Durante esa fugaz etapa incluso yo mismo llegué a reírme de la forma de hablar de un compañero de Montalbán. Sobrepasé todos los niveles, afirmé incluso que a veces no se le entendía lo que decía. Qué ironía, estaba usando el mismo pobre argumento que usan los que distinguen ese y zeta con el resto de nosotros. En mi cabeza había un orden: el primer puesto era para los que diferencian, el segundo era para nosotros (los que seseamos) y el tercero, para los que cecean.

Conforme fui creciendo y aprendiendo empecé a ser consciente de que resultaba odioso que se me pasase siquiera por la cabeza la idea de huir de mis raíces. Conocí a decenas y decenas de personas que seseaban y ceceaban y eran sumamente interesantes (¡vaya descubrimiento!). Me di cuenta de que no había correlación entre mi forma de pronunciar y mi nivel cultural. Comprendí que el problema no estaba en la forma de hablar, sino en el sentimiento que durante siglos habían intentado imprimir a los andaluces: el andaluz es vago, inculto y pobre, y por lo tanto todas sus formas y costumbres también lo son. Y me di cuenta de que yo aceptaba estas consignas al intentar no parecer andaluz. Sin duda me avergüenzo de haber sentido esto en un corto período de mi vida, aunque supongo que es lícito pensar que todos cometemos errores y que solo tenía dieciocho años.

Hoy seseo orgullosamente todos los días. En mi trabajo me encargo de la relación con los clientes, de la dirección y del seguimiento de los proyectos y de las labores de comunicación con potenciales clientes. Hablo con gente de Córdoba, Ciudad Real, Madrid, Zaragoza y Manchester y no tengo ningún problema. Me encanta hablar como hablo y me encanta ser andaluz. Tengo muy claro cómo es la gente de Andalucía: diversa, alegre, extremadamente culta (también nuestros abuelos y nuestras abuelas, la cultura no solo es eso que se aprende en la universidad), mediterránea y hasta un poquito atlántica. Hoy sé que si le hablas a un japonés de España, probablemente conozca las tradiciones y la cultura andaluzas.

Por eso te quiero invitar a que nunca sientas que tienes que decir quince en lugar de quinse para que en Segovia entiendan que quieres decir 15. Créeme, te entienden. Y no te sientas inferior, no lo hagas por favor, porque en ese caso seguirás respaldando la bajada de cabeza a la que nos han empujado década tras década al pueblo andaluz.

Sí, soy andaluz: seseo, omito algunas des intervocálicas, no pronuncio algunas eses finales y aspiro las jotas. ¿Y sabes qué?: me encanta.