La tecnología nos conducirá inevitablemente a la renta básica

En los últimos meses se ha visibilizado en nuestro país el debate sobre la renta básica universal, esto es, que un ser humano tenga acceso a una cantidad de dinero que cubra sus necesidades más elementales por el mero hecho de existir. Habitualmente este tema se enfoca desde un punto de vista político y, digamos, solidario; hoy pretendo que recorráis conmigo un camino que nos lleve a comprender que la renta básica universal es una medida que irremisiblemente la tecnología nos obligará a adoptar en un futuro no tan lejano.

Soy ingeniero en informática y desde hace casi ocho años mi trabajo consiste en aumentar la productividad de mis clientes. Gracias a las soluciones informáticas que desde mi empresa ofrecemos a nuestros clientes conseguimos, por ejemplo, que procesos de negocio en los que antes invertían doscientas horas al mes ahora inviertan solo veinte. Soy consciente de que en ocasiones la implantación de nuestras soluciones ha conllevado a una reducción de plantilla. No obstante, nunca me he sentido culpable por ello, ¿acaso lo debe hacer el que vende tractores, cosechadoras o cadenas de montaje industrial?

Las máquinas y el software han llegado para facilitar la vida de los humanos. Hoy un humano es, gracias a la tecnología, varias veces más productivo que hace tan solo cien años. Obviamente esto deriva en una menor cantidad de trabajo total para toda la humanidad. No obstante, hasta ahora hemos paliado este exceso de productividad de dos formas:

  1. Por un lado hemos incrementado nuestro consumo de manera proporcional a nuestra capacidad de producción, inventando incluso por el camino nuevas necesidades en la mayoría de los casos completamente accesorias.
  2. Por otro lado la élite propietaria de los grandes medios de producción ha visto cómo han crecido sus ingresos de forma considerable, lo que ha contribuido, entre otros motivos, al aumento de la desigualdad entre clases.

Con respecto al primer punto, nuestro consumo no puede crecer de forma indefinida. Los recursos naturales con los que cuenta la economía son finitos, al menos de momento solo podemos utilizar los existentes en nuestro planeta, por lo que en el momento en que se comienzan a agotar las materias primas del mismo la máquina de producir ha de pisar forzosamente el freno. En nuestro caso cada vez somos más conscientes de que si seguimos produciendo (y consumiendo) al ritmo actual, pronto tendremos huracanes descontrolados en lugares donde no se conocía ese fenómeno, lluvias torrenciales y sequías, deshielos y temperaturas extremas que harán de la Tierra un lugar inhabitable. La solución que cobra más fuerza pasa por las tres erres: reducción, reutilización y reciclaje. Sin embargo, con nuestro alto grado de productividad actual, una reducción del consumo llevará asociada una reducción aún más drástica de la fuerza de trabajo humana necesaria para producir los bienes demandados por la humanidad.

El segundo punto, el de la desigualdad, genera conflicto social y, cuando es llevado al extremo, conlleva a revueltas de las clases desfavorecidas en pos de la justicia social. Actualmente nos encontramos en un punto crítico en este sentido, digamos que la partida de Monopoly está tocando a su fin, que hay un jugador que ya tiene todos los hoteles y el resto estamos aburridos y queremos empezar otra partida.

Teniendo en cuenta estas premisas nos encontramos en un mundo en el que no se atisba la posibilidad de generar trabajo para toda la sociedad ocho horas diarias, simplemente porque no necesitamos (ni nuestro planeta lo soportaría) producir tanto. Como ha ocurrido en otras ocasiones, la humanidad vuelve a reaccionar tarde ante las nuevas herramientas de las que dispone y hoy no es capaz o no quiere darse cuenta de que el objetivo de crear empleo en las condiciones actuales para todos los habitantes activos del planeta es sencillamente inviable.

¿Qué soluciones tenemos entonces?

  1. Que una cantidad cada vez más ingente de personas no tenga acceso a un puesto de trabajo y tenga que sobrevivir gracias a subsidios temporales y, en los mejores casos, con la ayuda de familiares y amigos cuando estos subsidios se agotan.
  2. Que cada humano trabaje cinco horas diarias en lugar de ocho, obviamente sin pérdida de poder adquisitivo. ¿Esto es posible? Claro que sí, ¿cómo crees que se pagan algunas de las casas de Quién vive ahí? ¿Cómo crees que se pagan los insanos despilfarros de los muy ricos?
  3. Que cada humano reciba una cantidad de dinero por el mero hecho de ser humano para tener acceso a los beneficios resultantes del trabajo que las máquinas realizan en favor de la humanidad como especie.

En un mundo como el del tercer punto habrá personas que simplemente decidan llevar una vida sencilla y carente de mayores lujos y se dediquen a vivir de las rentas que la tecnología genera para ellas. Existirán sin embargo otras personas que decidirán ejercer libremente un trabajo creativo, un trabajo que no pueda ser llevado por máquinas o en el que la intervención humana suponga un valor añadido difícilmente obtenible mediante la tecnología. Este segundo grupo tendrá un poder adquisitivo mayor y podrá obtener mayores bienes que el primero. No obstante, los dos grupos tendrán cubiertas sus necesidades vitales sin verse obligados a acudir a la caridad.

Actualmente estamos en el punto uno. Me pregunto cuánto tiempo más seguiremos obcecados con que esa es la única solución.

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